EL TESORO DEL TRASGU


 Dedicado a Eva y a Jose con motivo de su boda. Un relato mitológico para dos Asturianos.


 Hoy en día es una locura creer en seres fantásticos, que se alejen de lo que es la vida conocida y real. Pensó el Trasgu. Y al acercarse a la fuente cristalina observó como una xana de sedosos cabellos jugueteaba con su cepillo. Eres hermosa le dijo, y a cambio de tan bonito cumplido, la Xana le regaló un pequeño presente.  Al ver el color del pelo, se le ocurrió la siguiente de sus travesuras,  pero para ello necesitaba buscar a la persona con el mayor tesoro escondido. Cuando lo encontrase, se lo cambiaría por un pequeño aro dorado que le había regalado la xana y que llevaba ensartado en el dedo, ya que así no se le caía por el agujero de la mano.
Se fué corriendo y encontró cerquita de la playa un grupo de espumeros, que cogían flores para trenzar una diadema para una Xana. Y pensó… que ese tesoro no era lo suficientemente valioso, para cambiarlo por un aro. Viendo como saltaban y jugaban los espumeros, el Trasgu se quedó dormido, y al anochecer con el canto suave de los ventolines se despertó. Un ventolin le contó que en la montaña el Nuberu podía guardar un tesoro inmenso, pues era un viejo muy poderoso. El Trasgu no se lo pensó y subió la montaña tan rápido como pudo, y al no encontrar al Nuberu lo llamó, y al invocarlo las nubes se cerraron y llovió y tronó. Llovió como nunca había llovido. El Trasgu se asustó y se escondió en el bosque, pero la fortuna no le libró del peligro, sino que hizo que se encontrara con un cuélebre, el cual guardaba en su cueva el mayor de los tesoros. Cuando el cuélebre se durmió el Trasgu entró en la cueva y se encontró con un libro. Tremenda sorpresa se llevó, al comprobar que era el libro de los hechizos, “El Ciprianillo”. Y al abrirlo entre sus páginas acertó a leer, que el mayor de los hechizos es el amor y por tanto, el mayor de los tesoros. Y decidió pues que al encontrarlo a cambio de tan gran tesoro, tendría que entregar el aro que llevaba entre sus dedos. Y así pues, desde entonces, los mortales nos  entregamos anillos a cambio de nuestro amor, todo por culpa de un Trasgu que un tesoro se encontró.

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