LOS VENTOLINES Y EL CARPINTERO DE LOS SUEÑOS


El recuerdo de mi padre, siempre me reconfortará en mis sueños. Solo el y su afición por la carpintería podía protagonizar este cuento, que sin duda dedico con todo mi cariño a sus nietos, Laura, Isaac, Olaya y Xana para que siempre lo tengan tan presente como lo tengo yo.


Cuándo cae la tarde, la brisa se acerca a los mortales, y los primeros ventolines, traen los sueños de quienes duermen y los suspiros de los enamorados. Unos van hacia el levante, otros hacia el poniente, y con la última luz del día, cada uno de ellos, ha cumplido con su tarea. Desde tiempos remotos, siempre igual; los mismos sueños, las mismas horas, pero distintas personas.
Aquella tarde, los ventolines, estaban inquietos, rebeldes, cansados y pensativos.
Desde el taller de los sueños, partían, unos volaban a favor de la brisa, otros corrían y saltaban a través de los campos, algunas veces se paraban y jugaban, otros se deslizaban por los primeros rayos de luna. Al final susurrando en el oído, tejían los sueños, los dulces y los amargos. Aunque, más que crear sueños, los ventolines realmente, solo jugaban con los recuerdos. Los mezclaban, los rompían y así ocupaban las mentes de quienes durmiendo, esperaban la mañana.
-¡Me aburro!, dijo el ventolin, mas joven.
Cada ventolin, tiene su nombre. Algo similar al sonido del viento. Por ese motivo, los mortales, no somos capaces de pronunciarlo.
-Podríamos hacer sueños diferentes, Uno distinto para cada persona, y para cada día. dijo el mas inquieto
A partir de ese momento el debate se extendió entre todos los ventolines
-¡Claro!, ilusiones, fantasías, pensamientos, recuerdos y sentimientos, pero nosotros no sabemos hacer nada de eso. Dijo el más sensato de los pequeños duendecillos.
-Necesitamos, un maestro artesano, que sea creativo, alguien sabio que pueda resolver todas nuestras dudas y las de todos los mortales. Necesitamos alguien que nunca se canse de crear ilusiones, necesitamos una persona que pueda ser feliz en el taller de los sueños y que lo llene de alegría, de sonrisas y de color.
-¡Busquemos a nuestro artesano de los sueños! Gritaron todos.
Y así fue como comenzó la búsqueda. Aunque Solo había un día al año, en el que los ventolines, campaban a sus anchas, mientras los mortales estaban despiertos. Solo un día, para observar de cerca las cualidades de tantas personas. Era el día de los enamorados. Ese día transportaban durante toda la jornada, los sentimientos y los deseos de aquellos que se quieren. Así que, fué el catorce de Febrero, cuando los ventolines, lo encontraron y tan solo con un suspiro y una sonrisa como equipaje  partió hacia el taller de los sueños.Desde entonces, allí es donde fabrica, cada una de nuestras ilusiones, las dibuja, las tornea, las mejora y las prepara y todas las noches, cuando cerramos los ojos legiones de ventolines nos las entregan con una caricia. Cuando tenemos dudas o inquietudes, un ventolin se las lleva, y antes de que llegue la mañana, antes de poder abrir los ojos nos trae la respuesta de vuelta, y con un suave susurro, nos la trasmite al oído.  Si quieres comprobar esta historia, cierra los ojos , siente, escucha y no digas nada… eso que has sentido, y escuchado, es el paso de un ventolin que transporta el mejor de los deseos de  parte del carpintero de los sueños.



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